La circulación atmosférica en la Tierra se puede comprender gracias a un modelo conceptual simplificado, que establece la existencia de tres grandes celdas o células en cada hemisferio terrestre, que son las encargadas de transportar el calor entre la región ecuatorial y las polares. Su presencia justifica la de los principales regímenes de viento del planeta, así como los de altas presiones subtropicales y otros sistemas meteorológicos que completan ese complejo y dinámico engranaje.