En un mundo cada vez más urbanizado, acelerado, pasado de revoluciones y conectado digitalmente, la idea de una vuelta al campo puede parecer un anacronismo. Sin embargo, esta tendencia, que ha ido cobrando fuerza en los últimos años, puede ser la clave para repensar la ciudad y revalorizar el sector rural que tanto lo necesita.
La pandemia del COVID-19 ha acelerado esta reflexión al hacer evidentes las deficiencias del modelo de vida urbano y resaltar la importancia de un sector rural fuerte y resiliente.
En muchos países, la urbanización ha llevado a una concentración de población en áreas metropolitanas, lo que ha resultado en problemas como la congestión del tráfico, la contaminación del aire y la pérdida de o con la naturaleza entre otros muchos aspectos. Volver al campo ofrece una posible solución a todos estos problemas, al descentralizar la población y redistribuir la riqueza y las oportunidades.
Uno de los principales beneficios es la conexión con la naturaleza. Las personas que viven en áreas rurales a menudo disfrutan de un más directo a espacios verdes y actividades al aire libre. Esta conexión con la naturaleza tiene beneficios para la salud mental y física, podemos reducir el estrés y fomentar un estilo de vida activo y saludable. Además, al reubicar parte de la población en el campo, se pueden preservar áreas naturales y reducir la presión sobre el entorno urbano.
El sector rural desempeña, sin duda alguna, un papel fundamental en la seguridad alimentaria. Durante la pandemia, por ejemplo, la cadena de suministro de alimentos se vio amenazada, lo que puso de manifiesto la importancia de fortalecer la producción de alimentos a nivel local y regional.
La vuelta al campo puede fomentar la agricultura sostenible y la producción de alimentos de calidad, reduciendo la dependencia de las importaciones y promoviendo la autosuficiencia, así como la oportunidad de negocio entre las familias y los pueblos.
Además, esta desesperada vuelta al campo puede revitalizar muchas zonas rurales en peligro de extinción. En España existe un problema grave de despoblación, ya que muchas áreas rurales han experimentado un importante éxodo de población en las últimas décadas, lo que ha llevado a la pérdida de servicios públicos y al envejecimiento de la población. El regreso de personas a estas áreas puede estimular la economía local, crear empleos y garantizar la sostenibilidad de las comunidades rurales.
Para que la vuelta al campo sea una realidad viable, es necesario abordar varios desafíos. En primer lugar, se deben mejorar las infraestructuras y los servicios en estas áreas rurales para hacerlas más atractivas para la población urbana. Esto incluye la provisión de atención médica, educación de calidad y a Internet de alta velocidad.
Además de la agricultura, se pueden desarrollar industrias como el turismo rural, la producción de energía renovable y la tecnología agrícola para crear oportunidades de empleo y generar ingresos dignos para las familias.
Fue a raíz de la pandemia de COVID-19 donde se ha destacado la importancia de un enfoque mucho más equilibrado entre la vida urbana y rural, aprovechando las nuevas tendencias de teletrabajo, lo cual permite, aún con mayor razón, la posibilidad de marcharse a los pueblos.
Si se abordan los desafíos adecuadamente y se promueve la diversificación económica en el sector rural, esta tendencia podría marcar el comienzo de una revolución silenciosa que transforme nuestras ciudades y nuestras vidas para mejor.