Desde hace años, se ha puesto el foco de las resistencias a antibióticos (RAM) en los sectores de salud y agricultura, pero en este momento las evidencias son cada vez más claras: debemos enfocarlo también hacia el medio ambiente ya que el desarrollo, transmisión y la propagación de bacterias resistentes a los antibióticos se produce en este medio. No actuar pronto puede llevar a la población a que una enfermedad antes leve, suponga ahora la muerte.
Se presentó hace poco más de un mes un informe elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) sobre las dimensiones ambientales de la resistencia a los antimicrobianos. Se han centrado en cómo las actividades humanas favorecen la aparición de resistencias a antimicrobianos en el medio ambiente. Incide en un tratamiento global como “One Health” para comprender las dimensiones de este problema y la interrelación entre la salud humana, animal y ambiental.
Los antimicrobianos son agentes necesarios y destinados a matar o inhibir el crecimiento de microorganismos. Las RAM se producen cuando bacterias, virus, parásitos u hongos mutan en respuesta a tratamientos a los que antes eran susceptibles. A medida que estos microorganismos evolucionan, generan resistencias (pura supervivencia) a los antimicrobianos. Estos compuestos, liberados al medio ambiente, crean una presión selectiva que se une a las naturales favoreciendo nuevas resistencias.
Todos los factores son más alarmantes en países en estas vías de desarrollo donde no se implementan medidas y actuaciones que hacen frente a este problema. Seguramente hemos aprendido que, si no promovemos acciones mundiales globales, más pronto que tarde, nos afectarán directamente a nosotros.
*El documento que aporta el informe O'Neill 2016, si bien aporta datos, ha sido polémico con estudios posteriores al no incluir ciertas incertidumbres en las estimaciones.