Pocos lugares sorprenden tanto como Badajoz cuando uno se detiene a mirar con calma sus muros. No se trata de una simple línea de piedra: estamos hablando de la muralla más larga de toda Europa, un sistema defensivo que se extiende a lo largo de más de seis kilómetros y medio, salpicado por torres, baluartes y puertas que aún marcan el ritmo de la ciudad.
Aunque muchas veces pasa desapercibida frente a otras más mediáticas como la de Ávila o Lugo, lo cierto es que este titán de piedra ha sido clave en la historia peninsular.
Desde su nacimiento en el siglo IX hasta los asedios del siglo XIX, la muralla de Badajoz ha sido escenario de batallas, reformas y recuperaciones que la han mantenido en pie contra todo pronóstico. Una mezcla de legado musulmán, ingeniería militar europea y urbanismo moderno que aún hoy forma parte de la vida diaria de quienes cruzan sus puertas.
Todo comenzó con la fundación de la ciudad por Ibn Marwan, un líder árabe rebelde que decidió alzar su propia fortaleza en el siglo IX. Aquellos primeros muros de cal y piedra fueron sólo el inicio de lo que con el tiempo se transformaría en una compleja red de defensas. La Alcazaba levantada durante el siglo XII, se convirtió en un punto neurálgico y todavía hoy preside desde lo alto la silueta de la ciudad.
? Los pacenses y visitantes a la ciudad de #Badajoz ya pueden disfrutar de la iluminación interior de la #Alcazaba
— Ayuntamiento Badajoz (@aytodebadajoz) March 27, 2024
La muralla más larga de Europa y los rincones del patrimonio histórico de la ciudad, también de noche. pic.twitter.com/rPVdSmdlUJ
Badajoz creció alrededor de esa estructura inicial, y con cada nuevo conflicto se añadieron nuevas piezas al puzzle. Pero fue en el siglo XVII, durante las tensiones entre España y Portugal, cuando la ciudad vivió una transformación esencial: sus muros se reforzaron siguiendo el estilo abaluartado, inspirado por las técnicas del ingeniero francés Vauban. El resultado fue una auténtica fortaleza moderna que llegó a contar con ocho baluartes principales y varios semibaluartes, además de fosos que hacían casi imposible cualquier ataque sorpresa.
La muralla se convirtió en una pieza fundamental del sistema defensivo de la frontera hispano-lusa. No solo protegía a la ciudad, sino que era símbolo de control territorial. Cada piedra, cada torre, cada cañonera hablaba de estrategia, resistencia y poder.
Uno de los episodios más oscuros de la muralla de Badajoz se vivió en 1812, cuando las tropas británicas al mando del Duque de Wellington intentaron tomar la ciudad durante la Guerra de la Independencia. La noche del 6 de abril quedó marcada por la tragedia: entre 800 y 1.500 soldados británicos murieron intentando escalar la muralla.
#Badajoz ha recuperado esta semana los 24 proyectiles del Baluarte de #SantaMaría
— Ayuntamiento Badajoz (@aytodebadajoz) November 24, 2024
️ Se colocaron en 1812 en la escarpa de la fortificación en recuerdo a las víctimas británicas. pic.twitter.com/Zhq06fH2wo
Sus cuerpos fueron enterrados rápidamente y, como homenaje, se colocaron proyectiles en el lienzo de la muralla formando la fecha del asalto. Aunque fueron retirados años después, en 2012 volvieron como símbolo de la memoria histórica.
Pero la muralla no sólo fue escenario de muerte. También lo fue de convivencia. Durante siglos, musulmanes, cristianos y judíos compartieron la ciudad entre los muros. Y aunque su función defensiva fue esencial, su presencia también ayudó a definir la estructura social y cultural de Badajoz.
Poco a poco, lo que fue una fortificación pasó a formar parte del paisaje urbano. Las puertas medievales, como la de Palmas o la del Pilar, se convirtieron en puntos de conexión entre el casco histórico y los barrios modernos, manteniendo viva la relación entre pasado y presente.
Hoy en día, recorrer la muralla de Badajoz es como caminar sobre siglos de historia. Desde los baluartes de San Roque o Santa María hasta los Jardines de la Galera, cada rincón ofrece una postal distinta de una ciudad que nunca se rindió. La restauración de espacios como el Fuerte de San Cristóbal o la apertura del Centro de Visitantes han devuelto al público zonas antes ocultas, ayudando a reconstruir la historia con es y recorridos accesibles.
"Mirando el atardecer"
EresdeBadajozsi (@Eresdebadajozsi) November 9, 2021
Las murallas del la Alcazaba y el Puente Viejo sobre el Guadiana, Badajoz. pic.twitter.com/rctuZ8pyx9
La Alcazaba, la más grande de Europa, es uno de los grandes tesoros que aún se mantienen en pie. En su interior, el antiguo palacio que hoy alberga el Museo Arqueológico Provincial recuerda el esplendor que tuvo Badajoz como ciudad fronteriza. Además, las vistas desde sus torres permiten comprender la dimensión estratégica del enclave.
Más allá de su función original, la muralla de Badajoz es hoy un lugar de encuentro, paseo y reflexión. No es sólo una estructura antigua: es un documento vivo de cómo el tiempo, la guerra y la paz se han entrelazado en el suroeste peninsular. Y sí, puede que otras ciudades presuman de murallas. Pero ninguna tiene la longitud, complejidad ni historia que encierra la muralla de Badajoz.