Este es el viaje más largo del mundo que se puede hacer caminando: más de 22.500 km tras cruzar cerca de 20 países

Una travesía épica que cruza tres continentes, cerca de una veintena de países y una asombrosa variedad de paisajes, idiomas, climas y culturas. Una ruta extrema, física y mentalmente, que nadie ha completado aún en su totalidad.

Desde Rusia a Sudáfrica, la ruta a pie más larga del mundo que nadie ha recorrido jamás.

La caminata más larga del mundo cruza desiertos, montañas, selvas, ciudades y ríos de tres continentes del planeta.

Desde Magadán, en el extremo oriental de Siberia, en Rusia, hasta Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, este colosal recorrido permite recorrer múltiples países, climas y culturas sin necesidad de surcar ningún océano.

Sí, es el viaje más largo del mundo que se puede hacer caminando por tierra. Un sueño para aventureros, una locura para muchos… y una hazaña épica que, aunque nadie ha logrado completar aún, podría ser posible.

Tres años caminando sin descansar

Según cálculos realizados con herramientas como Google Maps, esta fabulosa ruta abarcaría unos 22.500 kilómetros. Caminando 30 kilómetros por día, costaría cerca de tres años completarla sin tomarse un solo día de descanso.

En realidad, el tiempo invertido sería mucho mayor debido a los inconvenientes a la hora de cruzar fronteras y obtener visados. Y, por supuesto, a las condiciones impuestas por la meteorología.

Aunque se ha popularizado por exploradores, mapas y blogs de viajes, tampoco se trata de una ruta oficial ni señalizada. Sin embargo, sí une caminos reales que pueden recorrerse a pie. El límite está en el cuerpo, la mente y en la voluntad de quien decida recorrerla.

De la tundra helada al desierto: una ruta extrema

El recorrido comienza en Siberia. Desde ahí avanza hacia el suroeste, cruzando la vasta Rusia, bordeando el lago Baikal, y adentrándose en las estepas de Mongolia y Kazajistán.

El Nilo marca en África parte de la ruta más larga del mundo que se puede realizar a pie.

Después, tras atravesar montañas de Asia Central, las arenas de Turkmenistán, las ciudades milenarias de Irán y las colinas de Turquía, se llega a África a través de Egipto. El río Nilo guía entonces la travesía hacia el sur.

El camino seguiría por Sudán, Etiopía, Kenia, Tanzania, Zambia, Namibia y, finalmente, Sudáfrica.

Un camino marcado por la diversidad

Además de lo impresionante de su distancia, otro aspecto fundamental de este viaje es la diversidad que contiene.

Por ejemplo, una enorme variedad de lenguas, religiones, gastronomías y tradiciones: desde Iglesias ortodoxas en Siberia, mezquitas en Irán, tribus en el Valle del Omo en Etiopía, hasta mercados callejeros en Nairobi…

Los extremos climatológicos, como las bajas temperaturas de Siberia, son uno de los grandes desafíos de esta ruta.

Pero también de climas extremos, paisajes y ecosistemas únicos: tundras heladas, estepas, desiertos como el del Sáhara y el Kalahari, sabanas africanas, bosques tropicales y montañas como las del Cáucaso y las tierras altas de Etiopía.

Cada etapa es una impagable lección de geografía, de historia, y de humanidad.

Travesía existencial

Este complejo viaje –atraviesa casi una veintena de países– no es solo una prueba de resistencia física. También es un desafío logístico y emocional. Empezando porque las temperaturas varían de los -40 °C de Siberia en invierno a los más de 45 °C en algunos desiertos africanos.

Además, muchas regiones no cuentan con infraestructura para viajeros, por lo que se necesitaría una planificación cuidadosa para abastecerse de agua, comida y refugio.

Otro factor importante es el de la seguridad. En algunas de las zonas atravesadas hay delincuencia, conflictos armados, condiciones políticas difíciles o limitaciones temporales al tránsito de extranjeros.

Un viaje posible… en teoría

Hasta hoy, no está documentado que alguien haya completado exactamente esta ruta, aunque aventureros como los británicos Ffyona Campbell (31.521 kilómetros en 11 años) y Karl Bushby (36.000 kilómetros en 20 años) han realizado caminatas intercontinentales de proporciones épicas.

Más allá de su viabilidad práctica, este recorrido se ha convertido en un símbolo del espíritu humano: del deseo de explorar, de conectar con lo diverso y de superar los límites físicos y mentales.

Por eso, el viaje más largo que se puede hacer caminando no es solo una proeza geográfica; es también una metáfora de lo lejos que se puede llegar con voluntad, paciencia y pasión por el descubrimiento.