Suena a broma, pero no lo es. Las flatulencias de algunos animales tienen un impacto significativo en el medio ambiente, pues algunos de los gases que liberan, como por ejemplo el metano, son gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global.
Entre todos los animales que habitan la tierra, las vacas encabezan la lista de animales con las flatulencias más contaminantes. Estamos hablando de seres vivos rumiantes, es decir, que tienen un sistema digestivo diseñado para fermentar grandes cantidades de plantas en su estómago que además habitan junto a microbios durante largos periodos de tiempo.
En el proceso de digestión de una vaca los microbios situados en el rumen (compartimento del esófago) producen metano, un gas que es 25 veces más efectivo que el dióxido de carbono para atrapar el calor en la atmósfera.
¿Sabías que el metano que genera el estiércol de vaca es 22 veces más nocivo que el dióxido de carbono?
— Naciones Unidas (@ONU_es) August 22, 2018
Mira cómo esta comunidad en África aprende a usarlo como gas para cocinar de una manera que es amigable con el planeta. pic.twitter.com/YVGoO2iGod
Se estima que una sola vaca puede emitir hasta 500 litros de metano al día, o lo que es lo mismo, las flatulencias de las vacas producen el 30% de las emisiones de metano a nivel mundial.
Al igual que las vacas, las ovejas son rumiantes y, por lo tanto, su digestión produce una cantidad significativa de metano. Las ovejas son más pequeñas y producen individualmente menos gas que las vacas, pero la gran cantidad de ovejas que hay en la agricultura global hace que su efecto se multiplique.
La ganadería ovina es una actividad económica vital en muchas regiones, especialmente en países como Australia, Nueva Zelanda y el Reino Unido, donde la cría de ovejas es una parte integral de la economía agrícola, lo cual representa todo un desafío ambiental que debería abordarse.
Los camellos, presentes en regiones desérticas, también son rumiantes que emiten cantidades considerables de metano a través de sus flatulencias y eructos. Aunque los camellos son menos comunes que las vacas y las ovejas, su capacidad de producir metano es significativa, especialmente en las áreas donde son la principal fuente de transporte y sustento.
Los caballos, aunque no son rumiantes, tienen un sistema digestivo que también produce gas metano, especialmente cuando consumen grandes cantidades de forraje. La cantidad de gas que producen es menor que la de los rumiantes, pero su impacto no debe subestimarse, particularmente en regiones donde son criados en grandes cantidades.
Ojo a esto: los gases del ganado bovino son responsables del 14% de las emisiones totales de efecto invernadero. #ElComidistaTVvegetariano pic.twitter.com/iWR74wQcFy
— El Comidista (@ElComidista) August 9, 2017
Un caballo produce 45,5 kilogramos de metano cada año no sólo con sus gases, sino también mediante sus desechos corporales, siendo uno de los mamíferos que más excrementos produce, unas nueve toneladas al año.
El cerdo también produce produce flatulencias ricas en metano, aunque en menor cantidad si lo comparamos con los rumiantes. Sin embargo, debido a la cría intensiva de cerdos en todo el mundo, su contribución total a las emisiones de gases de efecto invernadero es notable.
Además, este animal también libera otros gases, como el sulfuro de hidrógeno, que es tóxico y contribuye al olor característico de sus excrementos.
Los búfalos, especialmente en Asia, son una fuente clave de carne y leche, y al igual que las vacas, generan una considerable cantidad de metano, lo que tiene un impacto ambiental significativo en países como India.
Las cabras, criadas por su carne y leche en diversas regiones del mundo, también liberan metano durante la digestión, y su cría intensiva puede incrementar significativamente estas emisiones. Los alces, presentes en bosques boreales y zonas montañosas, especialmente en Canadá y Suecia, son grandes herbívoros que también aportan al metano atmosférico.
Por último nos queda hablar del canguro, animal que aunque genera menos metano gracias a un sistema digestivo único, es un ejemplo interesante de cómo la evolución puede afectar la producción de gases de efecto invernadero.